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     ESCRITOS

 

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Reflexiones y vivencias de una Directora de Orquesta.

 

Por Montserrat de la Cruz. 

Co-autora.  

Directora de Orquesta y Coro.

Fundadora y Directora de Coralia Artis - Acción Solidaria.

- Capítulo II. "El Arte de Dirigir"

  Publicado por AESDO. Asociación Española de Directores de Orquesta

 

¿Cuál es uno de los anhelos más profundos del ser humano? SER LIBRE.

 

¿Cuándo yo me siento LIBRE? Cuando dirijo.

 

¿De dónde podría venir esa fascinación del público por un/a directora de orquesta? 

Porque contemplan a un SER LIBRE. Porque los directores vivimos un “aquí y ahora” único y difícil de explicar durante los ensayos, durante los conciertos, un estado de “presencia en el presente” que cala en el auditorio, les traspasa, les fascina. El público suele describir esta vivencia que contemplan desde su butaca con muchas palabras de contenido emocional. Creo que esa es la respuesta. Pueden sentir ese “aquí y ahora” rotundo que vivimos los directores y nos hace LIBRES.

 

Sin saber expresarlo fácilmente, muchas personas así me lo transmiten en numerosas ocasiones. Nos ven, nos sienten LIBRES. Trascendemos lo meramente musical, sin filtro y sin pudor, derrochamos nuestro SER y nuestra visión particular del hecho musical. Pero ¿cómo lo hacemos? ¿Somos conscientes? ¿Tal vez lo somos cuando nos sentamos solos en el camerino después de un concierto de esos que sabemos como “mágicos”? A mí me pasa. Me gustaría compartir con vosotros mi experiencia, y lo que he ido descubriendo por El Camino. Acompañadme.

 

Hoy seremos público. Ya estamos sentados en el patio de butacas, en los momentos previos al comienzo del concierto, y observamos ese pequeño caos que existe antes de que la figura del director aparezca. Cuando se presiente su aparición el caos desaparece, y todos nos preparamos, músicos y público, y esperamos el inminente momento en el cual un pequeño o gran gesto de inicio activa el resorte sonoro y emocional, con el oído analítico de par en par también.

 

Como profesionales pero también como espectadores, vamos a disfrutar esta presentación imaginaria, vamos a sentir y a percibir conscientemente, como el director o directora está consiguiendo una comunión entre los músicos, y estos con el público, donde toda esa creación musical, humana, técnica y emocional, la suma de tantos factores, atraviesa su propio ser en el medio del escenario, desde el podio. Se crea un cuerpo colectivo con vida propia que vibra al unísono, incluso sincroniza los latidos y la respiración de cada uno. Y nuestro papel de público en este concierto imaginario de hoy es agradecer el regalo y participar en esa montaña rusa de emociones; dejar que nuestra química se altere. Como público admiramos, e incluso envidiamos, a ese SER sobre el podio que crea esa magia y que es el conductor de esa fiesta emocional que se crea entre todos, y que el director vive y disfruta en primera persona. Contemplan y sienten a un SER LIBRE. Esos seres somos nosotros. ¿Os reconocéis?

 

Vamos a ir un poquito atrás en el tiempo. Todos tenemos referencias concretas sobre los grandes directores del siglo XX, grandes figuras elevadas a categoría de estrellas. Algunos de aquellos grandes directores sentían la responsabilidad de “producir” música. Estaban en la obligación de conducir a varias decenas de profesores a la “fabricación” de obras musicales de la mayor calidad, como si dirigieran una “factoría musical”. Tenían unos estrictos canales de comunicación jerárquica con sus “trabajadores”. Contaban con una firma personal y un sello de calidad. Solían poner las interpretaciones de los otros directores a debate, creándose así vehementes partidistas y detractores a partes iguales. Eran temidos y admirados, una suerte de respeto con base en el temor; un temor a fallar ante un ser poderoso y distante que no admitía excusas. En ocasiones, sus gestos podían llegar a ser tan autoritarios que llevaban implícita la sanción a una posible desobediencia.

 

En las últimas décadas del siglo pasado comienzan a destacar algunos directores que no “atemorizan”. No pretenden ser estrellas. Son profesionales sin pudor a mostrarse sensibles, fomentando una mayor comunicación y colaboración entre la figura directorial y los instrumentistas, y creando así un ambiente más integrador que les permita aportar y desarrollar a los músicos integrantes de la orquesta esa parte emocional más libremente.

 

Muchos de vosotros, compañeros y compañeras de profesión, seguro que reconocéis estos comportamientos, los antiguos y los actuales, y algunos habéis vivido o habéis conocido situaciones difíciles durante vuestra etapa de estudiantes de dirección de orquesta. Estoy segura. Hace tan solo unas pocas décadas, era complicado ser libre en dirección de orquesta. En mi caso, al igual que para muchos de mis compañeros y compañeras, fue un camino especialmente difícil. Algunos de los maestros con los que estudié, maestros de aquella llamada “antigua escuela”, tenían ese componente condescendiente, paternalista y machista en el que a nosotras, y también a algunos compañeros diferentes a la imagen que los maestros entendían que debía ser un director de orquesta, se nos exigía muchísimo más esfuerzo y rendimiento que al resto de nuestros compañeros que sí “cuadraban” en sus convicciones, y nos trataban de una manera que en estos tiempos actuales sería calificada como discriminatoria, como poco. En el caso de las mujeres pareciera que para aquellos maestros fuéramos señoritas queriendo ampliar sus conocimientos musicales. 

 

El camino ha sido muy duro. Y sigue siéndolo, pero el cambio ha llegado para quedarse. Ahí estamos organizadas y organizándonos para conseguir establecernos en igualdad al lado de nuestros compañeros. Esa valentía que nos da estar juntas y organizadas junto a maestros que sienten y defienden esa igualdad me lleva a pensar que ya hemos comenzado una nueva era en la dirección orquestal. Y eso nos hace a todos más LIBRES.

 

Lo que yo llamo una “nueva era”, que ha despertado en las últimas décadas, es lo que nos ha traído hasta aquí: directores y directoras con mentalidades abiertas que recrean las partituras y les insuflan un aliento nuevo, arriesgando, decidiendo y asumiendo cuál es su personal activo en la interpretación, alejados de aquellos comportamientos y enfoques ya obsoletos, y aprovechando precisamente que conocemos esas circunstancias pasadas para detectarlas y cambiarlas, si se dan. Profesionales alejados de la larga sombra que aquellos antiguos maestros aún proyectan sobre algunos paisajes sonoros y ciertos auditorios. Somos más LIBRES, valientes, con criterio, sin prejuicio, y nos mostramos así para contar nuestra personal visión musical, nuestra interpretación, sin temor, sin pose, con total respeto. Todo el estudio acumulado, toda la técnica adquirida, todas las experiencias vividas, en perfecto ensamblaje las ponemos al servicio de los músicos y la música, sin miedo, que es la manera de ser LIBRE.

 

¿Cómo conseguimos entrar, estar, sentirnos dentro de esto que llamo la “nueva era”? ¿Hacia dónde y cómo debemos conducir nuestra atención para poder crear ese anhelado campo de trabajo, en el que buscamos las mejores condiciones creativas para músicos y director? ¿Cuál sería, entonces, la forma de transmitir de la mejor manera nuestro mensaje a los miembros de la orquesta para conseguir nuestro objetivo? Yo quisiera que todos nos sintamos más libres para una mejor interpretación de la que cada cual sienta que forma parte. ¿Cómo podemos generar la misma implicación en los otros, instrumentistas y público, en un empático contagio?

 

Si el director se presenta libre y seguro, en combinación perfecta entre el conocimiento técnico, teórico y humano, producirá el efecto deseado en músicos y oyentes. Decimos no al ego, no al protagonismo y sí a la colaboración y el servicio de los músicos y de la música. Eso es lo que el público reconoce como extraordinario. Es una de las más altas responsabilidades que tenemos, y un enorme compromiso. Nos convertimos en un faro al que no se puede dejar de seguir. 

 

En este punto afianzo mi creencia en que podemos trabajar en igualdad con los compañeros instrumentistas, como no puede ser de otra manera. Veo seres extraordinarios, cada uno de ellos. Compartimos, empatizamos y creamos espacios seguros de expresión. No tengo miedo y me muestro LIBRE ante mis músicos: y responden maravillosamente. Aún me sigue sorprendiendo esto y me fascina. Se dejan contagiar. Me contagio de ellos. Confían. Conservan su espacio de expresión, sin necesidad de imposiciones, con mayor responsabilidad si cabe y desde la trascendencia de comprender todos estos conceptos y compartirlos, y siempre dejándoles saber que estoy ahí a su servicio para guiar, conducir e integrar. No hay dificultad en el entendimiento sobre el lugar que ocupa cada uno y, por tanto, como digo, tenemos todos el “ego” bajo control.

 

Puedo y quiero recibir la comunicación de las necesidades e intereses de los músicos para poder evaluar, desarrollar e integrar de la mejor manera toda esa información, para hacer un todo, recibiéndola sin crítica, sin censura. También me permito escuchar y tomar nota de los datos que me llegan a través de la intuición, que no deja de ser la experiencia almacenada de manera subconsciente, escuchándolos, aceptando la información y sabiendo la importancia de manejar bien la gran cantidad de datos almacenados de manera subyacente que unas veces quiero ayudar y otras prejuzgar y entorpecer..

 

En este preciso y justo momento de mi vida y mi carrera, con este conocimiento y esta experiencia, podría entonces preguntarme qué es el ÉXITO, ese supuesto éxito tan vinculado al imaginario general sobre nuestra profesión. Pues me respondo: haber llegado hasta aquí, con todo este bagaje, con toda esta experiencia, pudiendo seguir adelante con mi actividad profesional, hacer lo que más me apasiona y sin perder un ápice de toda esta curiosidad por seguir aprendiendo. Para mí eso ya es éxito. Y con este ÉXITO, al menos yo, consigo experimentar eso que llaman “ser feliz” en el campo profesional, una de las patas fundamentales de la vida de cualquier persona. Nadie sabe muy bien qué es "ser feliz", y, seguramente, decir “sentirse feliz” sea más acertado. Para mí, sentirme feliz tiene mucho que ver con esto que vengo expresando y que resumo: no sentir miedo, ser valiente: SER LIBRE, al menos en este campo que nos ocupa.

 

Sí, eso creo que es el ÉXITO: sentir felicidad por la satisfacción del trabajo bien hecho, por la ausencia de miedo, por tener valor y autenticidad, impregnar de todo ello a nuestro equipo, a nuestros músicos, a nuestro público, y ellos se contagiarán y también podrán brillar con luz propia; seremos capaces de crear la atmósfera propicia para el crecimiento. Ahora, con el paso del tiempo, he ido adquiriendo un mayor conocimiento personal, técnico y emocional, y puedo mostrarme en un escenario más consecuente, congruente y LIBRE, lo que se traslada inevitablemente al día a día de la vida.

 

Además, debo decir que tengo más factores para sentirme afortunada, una persona con ÉXITO: conozco y disfruto de la amistad y los conocimientos de muchos grandes maestras y maestros con un enorme éxito si nos atenemos a lo descrito más arriba. Puedo presumir de compañeros de profesión, de amigos comparten su felicidad, su éxito en el campo de la dirección, desde sus ámbitos más o menos amplios, más o menos relevantes. Compañeros con una sólida formación técnica y humana consiguen este objetivo: son grandes maestros. Ellos tienen ÉXITO. Ellos sienten felicidad al hacer su trabajo y la transmiten. Se sienten LIBRES cuando lo hacen. Y hacen felices a sus músicos y a su público. Insisto: la libertad es una manera de sentir felicidad. La ausencia de miedo es una manera de SER LIBRE. Y todo ello es ÉXITO para mí.

 

Estamos instalados ya en una nueva etapa de la Humanidad, en una “nueva era”. Nunca antes se habían producido cambios tan profundos y tan rápidamente, que nos afectan a cada uno en esta “aldea global”. Precisamente esto también nos afecta a los músicos en general y a los directores de orquesta en particular. Una nueva era de colaboración, de conocimiento, de conexiones para aprender y compartir está abierta. Tenemos información instantánea que ha permitido conectar individuos alejados en distancia pero cercanos en planteamientos; somos más colectivos que nunca pero, precisamente ahora, no podemos olvidar la singularidad de cada uno y la esencia única de nuestro SER individual. En mi caso ya he comprendido, por experiencia profesional y vital, que hay cosas que suceden, se descubren, que pasan y no podemos explicar, no es necesario explicar y ¿para qué explicarlas?; sucesos que forman parte del camino de la vida y que podemos integrar en nuestra sensibilidad y en nuestra interpretación. Eso es un acto de libertad. Vayamos a la esencia, a la conexión con nosotros mismos, y dejemos que la Música nos invada y hable por sí misma. Me siento más LIBRE.

 

Para terminar me parece plantear la necesidad de reflexionar sobre si es tan importante darle al intelecto demasiado protagonismo a la hora de producirse el hecho musical, el concierto, el gran momento. Racionalizar demasiado en los momentos de expresión artística a veces es contraproducente, sobre todo nosotros que desarrollamos un arte en el tiempo. 

 

Se me ocurre también, llegados a este punto, que debemos hacer una profunda reflexión sobre nuestros sistemas educativos, que deforman y oprimen el natural SER de cada uno de nuestros niños y niñas, ellos que llevarán adelante estas transformaciones esenciales, tanto para el desarrollo del SER individual, como dentro de una nueva colectividad y con la sostenibilidad del planeta presente en todo ello. Somos parte del todo. No podemos vivir negando este hecho. Si damos a esos niños y niñas que nos siguen las herramientas y el conocimiento necesarios, si les formamos en pensamiento crítico para que puedan desligarse de “la masa”, que esperemos vaya mermando, podrán, entonces, extender su luz y hacer brillar su SER, convertirse en faros e iluminar a otros. Podremos contribuir a que sean LIBRES.

 

Agradezco la oportunidad de poder expresarme LIBRE en este libro, dentro de un marco profesional, para compartir, aprender y desarrollar nuestra labor creativa, recreadora y artística. El poeta latino Horacio escribió en una de sus cartas: Dimidium facti habet qui coepit. “Tiene medio camino hecho quien ha empezado”. Y, humildemente pero con seguridad, me atrevo a decir que el cambio de paradigma empezó y no se detendrá, y somos responsables de poder contribuir mediante nuestro trabajo a crear un mundo mejor. Podemos recrear espacios y momentos de libertad para nosotros, nuestros músicos y nuestro público. Maestros: somos muy afortunados: sabemos cómo SER LIBRES.

 

A mi padre, Cesáreo de la Cruz Gómez, escritor. Siempre guiándome para ser LIBRE. 

Gracias, Papá.

Reproducción y actualización de TEXTOS PROPIOS pertenecientes a los libros en los que es coautora: 

“La Magia de la Dirección” y “Mente Maestra”. Con autorización.

TÉCNICA DISRUPTIVA DE LA DIRECCIÓN ORQUESTAL:

más allá de lo evidente...

Por Montserrat de la Cruz. 

Co-autora.  

Directora de Orquesta y Coro.

Fundadora y Directora de Coralia Artis - Acción Solidaria.

Best Seller en Amazon.com

La Técnica en la Dirección Orquestal: una herramienta común; pero, ¿cuál es el secreto que convierte a un Director en un ser extraordinario?

 

CONTEMPLAR UN SER LIBRE.

 

Esa es la respuesta. Tan breve; tan clara; tan compleja.

 

Así me lo han expresado en muchas ocasiones. Sin saber explicarlo fácilmente, las personas que han vivido una experiencia musical con un director o directora "disruptor" intentan describir, con palabras de contenido emocional, el recuerdo recogido de manera meta-consciente. Según estas opiniones, eso es lo que convierte a los directores o directoras, tanto de coro como de orquesta o banda, en seres fuera de lo común, en seres extraordinarios: SON LIBRES. Nos sobrecogen. Trascienden lo meramente musical y nos regalan, sin filtro y sin pudor, su visión particular del hecho musical. Comparten con generosidad su SER para hacernos sentir y emocionarnos. Les admiramos profundamente. Y les damos las gracias por ello. Pero, ¿cómo lo hacen? ¿cuál es su secreto?

 

Acompáñenme, por favor, a dar un paseo a través de ésta mi modesta reflexión. Me gustaría compartir con ustedes mi experiencia, y lo que he averiguado sobre qué es lo que convierte a un director en un “gran” director. Con la esperanza de conseguirlo alguna vez…

 

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Hemos llegado. Ya estamos sentados en el patio de butacas, en los momentos previos al comienzo del concierto, y observamos ese pequeño caos que existe antes de que la figura del director aparezca. Cuando se pre-siente su aparición el caos desaparece. Todos nos preparamos, músicos y público, y somos partícipes del momento en el cual un pequeño o gran gesto de inicio activa el resorte sonoro que nos recrea el conocido repertorio elegido para la ocasión. Sí, ahí estamos, expectantes e ilusionados, con el oído crítico preparado para juzgar la interpretación de nuestras piezas elegidas, para poner en comparación con nuestra propia idea musical de las obras. Sin embargo, hoy no va a ser igual; hoy se obra la Magia. Nos van a seducir. Y nos vamos a dejar enamorar. Nos van a desarmar la pose y nos van a regalar la emoción. Hoy compartiremos con un director o directora disruptor. Una calidad de rebelde con causa que deja atrás la viejas premisas, dándose permiso para transgredir, probar, experimentar, para ser LIBRE y presentarse con la Técnica Neurodirectorial del director del siglo XXI.

 

Desde esta nueva perspectiva no vemos un ser autoritario. Sentimos cómo la orquesta toca en comunión, creando una atmósfera integradora que nos envuelve. Nos conmueve y nuestro cuerpo reacciona. Nos dejamos llevar. Vemos y escuchamos a los músicos dando lo mejor de sí mismos, dentro del plano espiritual. El director les proporciona un espacio emocional seguro para su mejor expresión, alentándoles a SER, expresándoles que son parte del todo e integrando sus singularidades. Les deja saber que son un equipo. Y nos entregamos nosotros también a esa aventura.

 

Entonces, sentimos una sincronía perfecta entre música y emoción. Y hay que dejar que esto ocurra. No hay que tener miedo. Esta directora de hoy no tiene miedo. No pierde el control. Muy al contrario, crea un cuerpo colectivo con vida propia que vibra al unísono. E, incluso, sincroniza los latidos y la respiración de cada uno. Y nuestro papel de público en este concierto imaginario de hoy es agradecer el regalo y participar en esa montaña rusa de emociones; dejar que nuestra química se altere para poder sentir. Sin miedo. Ya ha sucedido: todo está cambiando en la dirección orquestal. Una auténtica metáfora de la Vida también…

 

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Recuérdenlo: antes no era así. Todos tenemos referencias concretas sobre los grandes directores del siglo XX, largo período en el que se desarrolló la Técnica Clásica y sus grandes figuras, algunas de ellas elevadas a categoría de estrellas. Algunos de aquellos grandes directores sentían la responsabilidad de “producir” música. Estaban en la obligación de conducir a varias decenas de expertos profesores a la “fabricación” de obras musicales de la mayor calidad, como si dirigieran una “factoría musical”. Tenían unos estrictos canales de comunicación jerárquica con sus “trabajadores”. Contaban con una firma personal y un sello de calidad. Solían poner las interpretaciones de los otros directores a debate, creándose así vehementes partidistas y detractores a partes iguales. Exigían la excelencia presionando desde “su despacho en la última planta” y vigilando de manera severa la “calidad de la elaboración” hasta el final. Y siempre desde la distancia emocional. Eran, por ello, temidos y admirados, una suerte de respeto con base en el temor; un temor a fallar ante un ser poderoso pero distante que no admitía "excusas". En ocasiones, sus gestos podían llegar a ser tan autoritarios que llevaban implícita la sanción a una posible desobediencia.

 

En las últimas décadas del siglo pasado comienzan a destacar algunos directores que no “atemorizan”, que se asoman a la “planta de producción”. No se comportan como divos; no pretender ser ”estrellas”. Son músicos que fomentan una mayor comunicación y colaboración entre la figura directorial y los instrumentistas, creando un ambiente más integrador que les permita desarrollar a estos últimos más libremente esa parte emocional.

 

Fue entonces cuando se comenzó a vislumbrar esta nueva era en la dirección orquestal que nos ha traído hasta aquí: directores que re-crean las partituras y les insuflan un aliento nuevo, arriesgando, decidiendo y asumiendo cuál es su personal activo en la interpretación. Se sienten LIBRES y se muestran así para contar su historia, su personal visión; se muestran sin temor, sin pose, brillan de un modo nuevo y eso ya los hace diferentes. Sus interpretaciones reflejan y contagian sus emociones a través de su gesto; recordemos la etimología de “emoción”: viene de movimiento. Seres diferentes a la par que iguales; he ahí el clic que todo lo cambia. Aquí tenemos ya un director disruptivo.

 

Ahora, ¿cómo traslada el nuevo director o directora disruptivo todas estas nuevas actitudes a un espacio de encuentro y convertirse, así, en un ser extraordinario, un “gran” director orquestal?

 

Indudablemente, no podemos separarnos completamente del “soma”, de la materia, y a este campo físico debo acudir ahora, pues, si no, el mensaje que trato de transmitir no estaría completo. Desde ese punto de vista científico, ya están divulgados, y son suficientemente conocidos, los descubrimientos sobre las diferentes “inteligencias” y los “cerebros” humanos. Sólo un breve apunte que nos ubique en la materia.

La información que captamos con nuestras “antenas “ emocionales, de una manera meta-consciente, se recoge en los llamados Cerebros Inconscientes:

•El “cerebro” reptiliano, que regula las funciones corporales involuntarias, como respirar o latir…

•El “cerebro” límbico o emocional, que es el responsable de almacenar recuerdos y emociones, siendo la amígdala la centinela de la memoria afectiva.

 

Por otro lado, el neocórtex es el Cerebro Racional Consciente, responsable de desarrollar capacidades cognitivas, regular las emociones y ser consciente. Tan sólo alrededor de un 15% de nuestro funcionamiento humano se rige por el cerebro racional. El resto de la información queda recogida en los cerebros emocionales, una enorme cantidad de datos que son los que nos hacen únicos. Si somos capaces de desarrollar una vía de acceso a ellos, un trabajo mental para poder acceder a sus “centros de mando”, nuestro conocimiento y crecimiento personal, creativo e intuitivo, pasarán a un nivel superior.

 

En la actualidad sabemos qué partes del cerebro se activan con las emociones y qué química se pone en funcionamiento. Sabemos que casi todas las partes del cerebro son afectadas por la música y que la memoria musical es la última que se pierde. La enfermedad de Alzheimer o el autismo cuentan con reconocidas terapias que tienen como protagonista principal la música, que conecta con los recuerdos y las emociones de los cerebros emocionales inconscientes.

 

A su vez, el descubrimiento de la “neuronas espejo” y el conocimiento de cómo funcionan, ha dado un vuelvo a la técnica de la dirección orquestal, entre otros muchos campos del comportamiento humano. Gracias a esta información neurocientífica tenemos una herramienta maravillosa para convertirnos en otra categoría de conductores, e ir en clara búsqueda de la emoción; nos deja ser conscientes de nuestro potencial y nos coloca, también, en un puesto de mayor responsabilidad, si cabe. Los demás y nosotros mismos nos convertimos en un espejo maravilloso que refleja e irradia. He ahí nuestra herramienta más poderosa: el conocimiento de esos funcionamientos que nos permite acceder de una mejor manera a la información que almacenamos en los complejos cerebros emocionales inconscientes; poder trazar estrategias que mejoren nuestra comunicación para conseguir una mayor claridad en la exposición de nuestras interpretaciones. En definitiva, llegar a nuestras emociones y a las de los demás, sentirlas, despertarlas, interpretarlas y comprender su traducción al plano físico a través del lenguaje no verbal para una conexión emocional directa.

 

¿Dónde y cómo debemos conducir nuestra atención para poder sacar esa emoción desde nuestro interior?

¿Dónde y cómo debe ir dirigido, entonces, nuestro mensaje a los miembros de la orquesta para conseguir nuestro objetivo de emocionar, a la vista de estos descubrimientos?

¿Cómo podemos generar la misma emoción en los otros, en un empático contagio?

¿Es eso posible?

 

Sí. Es posible y es un hecho constatado. La mayoría de nosotros desarrollamos nuestro trabajo musical dentro de los códigos de comunicación occidentales; pero es muy interesante saber que reconocidos estudios planteados sobre las emociones con personas de diferentes culturas, occidentales y no occidentales, han dado como resultado los siguientes descubrimientos: que escuchar textos en diferentes idiomas desconocidos y declamados con intención, o escuchar melodías y músicas diversas e ignotas, les provocaba a todas las personas, fueran de donde fueran, las mismas reacciones. Algo así como poder leer un sentimiento en la expresión facial y los ojos de otra persona, venga de donde venga, en un reconocimiento universal de la esencia humana. Entonces, creo poder responder a todas las preguntas a la vez: debemos dirigir nuestro discurso musical desde la emoción, desde el lenguaje de los sentimientos, común a todos los seres humanos. Debemos influir para que nuestra química cerebral se dispare y sintamos esas sensaciones, sentimientos y emociones. Dejar que el torbellino de hormonas se libere y no querer controlar ese proceso natural. Ser “junco”… y dejarnos llevar. Dejarnos SER. Todos entraremos en una misma vibración comunicativa.

 

Nos conectamos con los sentimientos de los otros gracias a la información recogida por las neuronas espejo. Pero también ocurrirá que los demás empatizarán con nosotros. Esa es la cuestión: los músicos y el público se contagiarán y entrarán en algo nuevo y sorprendente. Ahí digo que está la “Magia”. El director presenta su libre y emocional interpretación y producirá el efecto deseado. Eso es lo que le hace “disruptor”. Eso es lo que el público reconoce como extraordinario. Es una de sus más altas responsabilidades y un enorme compromiso.

 

Revisemos, ya metidos en emociones, el mecanismo de los recuerdos: éstos están íntimamente ligados a la memoria emocional. Cuanto más intensa la emoción más profundo el recuerdo. Al final los datos fríos se van…

Todos hemos pasado por la experiencia de decir “esto no se me va a olvidar nunca”, y con el paso de los años nos queda un leve y confuso recuerdo. Por el contrario, en muchas ocasiones estamos inmersos en situaciones sensoriales o emocionales que nos evocan algo o a alguien con una gran intensidad. Y quedamos sorprendidos pues no teníamos la consciencia de que hubiera quedado esa impronta. Tenemos almacenada información meta-consciente que ocupa alrededor del 85% de la información que percibimos. Cuando algunos datos de esa información afloran, condicionan e influyen en muchos ámbitos de nuestro comportamiento, incluso en la alteración de la química corporal ante ciertos pensamientos. Y hay que saber escuchar esa parte de nuestro cerebro. Es posible aprender a sacarle un enorme partido. Saber esto es de gran importancia para todos pues podemos desarrollar capacidades y estar más atentos a las señales que desde esas “profundidades mentales” nos llegan; para no desoír la voz interior; para desarrollar la intuición y la creatividad, facetas éstas que desde las primeras edades del hombre le han permitido sobrevivir y evolucionar.

 

Si no ponemos resistencia a esos pensamientos, recuerdos y emociones que nos afloran, si, además, los fomentamos para que se hagan más presentes, nos estamos permitiendo “SER” de una manera más completa, y podremos entrar en un proceso de mayor consciencia y congruencia con nuestros recuerdos, nuestro aprendizaje y nuestras expectativas; ponernos delante de nosotros mismos, ser valientes para reconocernos y perder el MIEDO: SER, sencilla, completa y complejamente, lo que somos.

 

“La verdad os hará libres”. Esa ausencia de miedo es el estado más cercano a la felicidad. La ausencia de miedo nos deja SER LIBRES. Nos aceptamos y dejamos que nos vean como somos. Somos y estamos. Tenemos valor y somos valientes.

 

Todos estamos en disposición de indagar y aplicar estos cambios en nuestras vidas. Pero desde el tema que nos ocupa, es ahí, en ese punto de conocimiento del comportamiento y funcionamiento humanos, donde el director de orquesta se convierte en ese ser extraordinario, es decir, fuera de lo “común”; es ese faro al que no se puede dejar de seguir.

 

Como directores, como artistas, estamos obligados y tenemos la responsabilidad de descubrir nuestro auténtico ser, y ese conocimiento íntimo nos conecta directamente con nuestro dios interior y con nuestra fuerza vital, a la vez que con nuestra fragilidad y con la humildad de sabernos parte de un todo que es superior a nosotros mismos; y todo ello a la par de sabernos también únicos y singulares. Conectamos con ese conocimiento que proviene de dejarnos SER, de permitirnos SENTIR, de habernos perdonado por no haber sido y autorizarnos para seguir siendo. Me resulta tremendamente sorprendente que en el resto de Artes Escénicas todo esto sea el punto de partida para desarrollar sus estudios, trabajos y creaciones. Y nosotros, los músicos, ¿por qué no hemos incluido este conocimiento de base en nuestra formación? Muchos, y supongo que desde todas las épocas, hemos intuido y sentido este camino, pero el encorsetamiento y los severos protocolos se imponían… ¿imponen…? No sé, pero el cambio ha comenzado.

 

Permítanme que comparta con ustedes mi experiencia en este sentido, un poquito de mi “camino” para que puedan entenderme mejor. A la edad de 4 años comencé a estudiar ballet clásico y, confieso, siempre me he sentido un poquito bailarina. Compaginando mis estudios de piano y los de danza, llegué a mis 16 años, edad en la cual sentí que era mi necesidad expresarme con un lenguaje corporal. Pero yo era músico y no bailarina. Ahí concreté lo que desde hacía años me rondaba el corazón: ser directora de orquesta. Se acabaron las clases de ballet y desde ese momento todos mis esfuerzos fueron enfocados hacia ese objetivo. Debo decirles que era una niña muy comunicativa, alegre y espontánea, siempre preparando actividades junto con otras niñas. Pueden comprender con mucha claridad cómo vivía mi aislamiento durante horas y horas de solitario estudio al piano, por lo que mi decisión de dedicarme a los más completos, complejos y extraordinarios instrumentos que podía imaginar, la orquesta y el coro, se fundamentaba con claridad en mi mente. Estar rodeada de compañeros, de colegas, de amigos y poder interpretar música era mi sueño.

 

Me trasladé a estudiar al Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y cursé todas las materias requeridas para acceder a ese sueño, muy importantes, reconozco, por cierto: armonía, contrapunto, composición, incluso clarinete como segundo instrumento. Estas materias en aquel momento me parecieron durísimas, gracias a algunos de aquellos profesores al estilo de los grandes divos de la dirección que les he descrito.

 

Poco a poco la espontaneidad se fue reprimiendo, la frescura se perdió, mis ocurrencias silenciadas y mi sentido del humor difuminado. Me volví "gris" y perdí mi brillo y mis colores. Ya casi había adquirido el perfil que ellos “pedían” para poder aspirar a estar dentro de su mundo, una especie de clasismo intelectual. Nunca he sido competitiva. No entendía esa idea de quedar por encima del otro, como nos decían, y “superar” a los compañeros: pero si somos diferentes, y hay espacio para todos, ¿para qué competir?

 

Yo, en mi inexperiencia, dejé que eso me ocurriera para "sobrevivir" y llegar a la meta (ser diferente por algo en este país ha sido un tanto arriesgado…). Finalmente comencé a cursar las especialidades de dirección de coro y de orquesta; conseguí finalizar con éxito mis estudios obteniendo las titulaciones, aprendiendo mucho, es cierto, pero pagando un alto precio: dejar de ser yo misma. Mis gestos intuitivos, mi espontaneidad para dirigir (¡y para todo!), lo que yo entendía que debía ser interpretar desde la dirección, todo eso desapareció. Me guardaba las dudas y las propuestas, todo, para no ser rechazada en ese "sancta sanctorum" musical y poder alcanzar así mi sueño. Dejé que me pusieran una coraza, un apretado corsé que me impedía respirar. Cuando me ponía ante una orquesta o coro me quedaba prácticamente sin expresión, siendo, eso sí, una excelente "marcadora", quasi “reina de la anacrusa”, a imagen y semejanza de mis maestros, que se encargaron de cumplir fielmente su misión de inculcarnos la técnica de la “vieja escuela”, técnica clásica pero sin alma. Ya casi no quedaba nada de mí. ¡Incluso dejé de dirigir! ¡Por miedo! Y me aislé. (Aún así, he de reconocer lo importante de aprender de todo y lo útil que me ha sido recurrir a la Técnica Clásica para, sin emoción alguna, salvar algún "apuro" orquestal y recolocar los elementos a base de batuta…).

 

Después de terminar mis estudios, mi cuerpo empezó a mandarme señales de alarma; empecé a padecer ciertas dolencias, inconexas pero muy significativas como descubrí tiempo después, hasta que me descubrieron una grave enfermedad. Faltar a mi esencia, rendirme al miedo, me estaba destruyendo física y emocionalmente. Y la “vida” tuvo que actuar: como no escuchaba las señales de alarma desde la información meta-consciente recogida en mis cerebros emocionales, mi cuerpo se puso a "gritar". Mi cuerpo me frenó y me obligó a “reconocerme” y volver a habitar en mí.

 

A través de esa vivencia me acepté, y el miedo a perder lo más valioso que poseemos me puso frente a aquella niña alegre que fui; esa niña estaba enfadada, decepcionada por haberla dejado de lado, sola e ignorada. Me reconcilié conmigo. Comencé un proceso de recuperación y reconstrucción que, aunque largo, me ha traído hasta aquí, arropada por muchas personas que me aceptaron y me alentaron a ser lo que soy, a ser como soy y a seguir mi camino. Un auténtico renacimiento, una oportunidad de superación que, incluso, me ha convertido en profesora de aquellas materias que no entendía y me acobardaban. Ahora soy profesora de Composición, además de directora en activo de nuevo.

 

Sí, volví a dirigir. Con una energía renovada y una visión limpia pude reconocer a las personas adecuadas que iban apareciendo en mi camino; ver también a otras que ya estaban y que no había “podido” ver… Recuperé la ilusión por dirigir, ya sin la coraza, dejándome ser yo misma para poder evolucionar. Me he rodeado de personas que comparten mi pensamiento y extendemos juntas, en lo posible, este sentir abierto y emocionante con nuestro trabajo en común, haciendo música y mostrando nuestro SER sin miedo. Incorporo ahora de manera consciente el cuarto y quinto planos dimensionales a la hora de trabajar, y muchas veces también en otros ámbitos. Antes no sabía siquiera que tuvieran nombre, que eso estuviera catalogado, y los usaba de manera intuitiva. Sigo en proceso de estudio, crecimiento y aprendizaje, con una ilusión y entusiasmo que, de eso estoy segura, transmito. Eso sí lo sé.

 

Así, en este punto, recuerdo ahora el antiguo proverbio Zen: “cuando el alumno está preparado aparece el maestro”. Y apareció el Maestro Navarro Lara y su universo. Y encontré a mis compañeros: yo no era un ser raro. Somos muchos “raros”, afortunadamente. Encontré un espacio integrador donde compartir lo que muchos intuíamos y ahora sabemos con certeza: la emoción es el camino. Hay que ser valientes. Hay que ser disruptivos y romper con todo aquello que nos supone una coraza, con lo que nos impide seguir adelante, lo que nos limita la emoción, pues el tiempo es muy valioso y sentir nos mantiene vivos. Hay que ser fieles a nuestra singularidad y autenticidad, debemos ser capaces de mostrar nuestra emoción para poder emocionar. Ser un espejo claro y "limpio". Y eso sólo se consigue apartando el pudor, cual actor que debe abordar en su representación una escena íntima. Trascender y dejar de ser para, finalmente, SER.

 

Ahora, en este ilusionante camino de aprendizaje en compañía de tantos compañeros y amigos con los que me relaciono, en un ámbito sin problemas de egos, me descubro, como digo, sin miedo, sin pudor, LIBRE para expresar mi SER ante mis compañeros y el público, ante la Vida. Debo decir también que mi día a día ha cambiado diametralmente en un entorno más relajado y creativo.

 

En este punto afianzo mi creencia en que podemos trabajar en igualdad con los compañeros instrumentistas, sin "ego", ni por encima ni por debajo, dentro de un equipo. Yo lo hago. Veo seres extraordinarios, cada uno de ellos, y compartimos, empatizamos y creamos espacios seguros de expresión. No tengo miedo (me lo repito constantemente…) Me muestro LIBRE ante mis músicos y me responden empáticamente, emocionalmente (aún me sigue sorprendiendo esto en ocasiones, y me maravilla). Se dejan contagiar. Me contagio de ellos. Confían. Conservan su espacio de expresión, sin necesidad de imposiciones, con mayor responsabilidad si cabe y desde la trascendencia de comprender todos estos conceptos y compartirlos, y siempre dejándoles saber que estoy ahí “a su servicio” para guiar e integrar. No hay nada que temer. No hay dificultad en el entendimiento sobre el lugar que ocupa cada uno y, por tanto, como digo, tenemos todos el “ego” bajo control.

 

También me permito escuchar y tomar nota de “las señales”, de la intuición, recibiéndolas sin crítica, sin censura, aceptando la información que emerge, sabiendo la importancia de manejar bien esa gran cantidad de datos almacenados de manera subyacente y aprendiendo a escucharlos. Estoy en el buen camino de combinar de manera equilibrada los conocimientos técnicos directoriales con los descubrimientos científicos que avalan toda esta filosofía integradora de la emoción. No me preocupa el error y me “ocupa” ser capaz de emocionar. Lo contrario sería imperdonable ahora que poseo este conocimiento y voy incorporando las herramientas. Trabajo ilusionada en ello, trascendiendo y poniéndolo en práctica también en mi vida. No hay marcha atrás. Mordí la manzana…
 

¿Cómo?  ¿Estás de broma?  ¿Así?  ¿Sin más?  ¿"Ser feliz"?  ¿Y ya está?

¿Qué es "ser feliz"? ¿Cómo se consigue?"

 

Nadie sabe muy bien qué es "ser feliz", y, seguramente, decir “estar feliz” sea más acertado… Hay muchas maneras de ser feliz. Cada uno tiene sus formas de ser feliz. Para mí ser feliz tiene mucho que ver con esto:

 

•No sentir miedo es una manera de ser "feliz".  Ni sentir culpa…

 

•Ser valientes para sobreponernos al miedo nos hace LIBRES, y eso nos hace sentir felices.

 

•Y ser feliz es el mayor éxito en la vida.

 

Y de ese hilo tiren para hallar todas las respuestas claras ante ustedes...

EL MAYOR ÉXITO ES SER FELIZ.

Para mí ser feliz es la ausencia de miedo.

Y la ausencia de miedo me hace libre.

 

Sí, eso creo que es el Éxito: "ser felices". Y ese estado de “felicidad”, de ausencia de miedo, de valor y autenticidad, impregnará a nuestro equipo, a nuestros músicos, a nuestro público, y ellos se contagiarán y también podrán brillar con luz propia; seremos capaces de crear la atmósfera propicia para el crecimiento de TODOS. Poseo ahora un mayor conocimiento personal, técnico y emocional, y puedo mostrarme en un escenario más consecuentemente, congruentemente, en una lógica continuación de la vida. Todos podemos conseguirlo.

 

LIBRES PARA SER Y SENTIR, sin miedo.

Así nos sentiremos "felices".

Y eso es Éxito.

Y el éxito trasciende a una buena actitud y un buen trabajo. Y nos encontraremos conectados con nosotros mismos y lo irradiaremos. Y conectaremos mejor con los demás y eso hará la vida un poquito más agradable. Y ellos, a su vez, lo recogerán y lo transmitirán igualmente.... y así, y así, y así. No es un sueño. SIEMPRE estamos aprendiendo y siempre podemos y debemos mejorar nuestro entorno más cercano. Empecemos por ahí. Permítanme que me repita, porque este es el secreto. SER LIBRES y trascender a todos los ámbitos de la vida.

 

¿Quién es, entonces, un “gran” maestro para mí?

 

Tengo enorme suerte: conozco a muchos grandes maestros: puedo presumir de compañeros de profesión que desde sus ámbitos más o menos amplios, más o menos relevantes, eso no importa, viven y comparten esta forma disruptiva de la dirección orquestal. Con una sólida formación técnica y humana, consiguen este objetivo: EMOCIONAR, ser grandes maestros. Ellos tiene ÉXITO. Yo tengo éxito ahora. Despojémonos de miedos y atrevámonos a ser LIBRES, a ser felices, a conseguir nuestro éxito.

 

Finalmente se podría plantear: ¿cuál es la esencia última, entonces, de esa “maestría” de la cual tanto hablamos?

 

La misma que la de todas las Artes.

Reitero: EMOCIONAR.

 

El Maestro para mí es el que sabe ejecutar las técnicas y posee la capacidad de emocionar a un auditorio. Piensen en las Artes Escénicas, como dije. ¡Y somos artistas escénicos! Insisto: despojémonos del miedo y atrevámonos a ser LIBRES. Seremos un poco más felices y sabremos lo que es tener "Éxito".

 

Permítanme este sencillo memorándum de lo que, para mí, debe practicar un gran director:

•Hacer de este conocimiento un estilo de vida, una actitud, que se convierte en fundamental para ejercer el liderazgo desde nuestro ámbito de la dirección orquestal.

•Abrir la mente a lo nuevo, a lo diferente, pero abrirla también para bucear en nuestro interior y atrevernos a encontrar ahí nuestras respuestas y muchas de las respuestas para los demás.

•Brillar con nuestra propia energía e ilusión, como cristales de hielo únicos e irrepetibles.

•Ser creativos. Tenemos el poder y la obligación artística de hacer visible la emoción.

•Ser un comunicador convencido de este mensaje para que llegue con fuerza y seguridad, fomentando la confianza, imprescindible para todo.

 

•Debemos mantenernos curiosos como niños.

 

•Mantener activo nuestro grado de formación es absolutamente imprescindible: teatro, baile, magia, dialéctica… lo que sea…

 

•Atreverse a jugar, pero de verdad: a vencer la vergüenza, a ser natural, a probar sin miedo, a ponerle cierta intención a las cosas…

 

Háganlo alguna vez, prueben, no tengan miedo….

 

Y, parafraseando al Maestro Navarro Lara, les digo: “Estaremos un paso más cerca de alcanzar nuestros sueños”. SEAN LIBRES. ATRÉVANSE A SER FELICES. TENGAN ÉXITO. Tal vez pudiera parecerles a algunos un discurso un tanto “iluminado”, o un sueño, o un discurso de la "Nueva Era". Abran su mente. Siéntanlo. Me reconozco sin miedo para exponerles esta propuesta, fruto de la experiencia personal, tropezando y cayendo hasta comenzar a entenderlo y atreverme a ponerlo en práctica. Muchos ya lo hacen, incluso en otros campos donde el liderazgo también es el materia de estudio. Créanme: nada más modesto que asumir lo que uno es, enfrentarse a los propios miedos, a la propia fragilidad, a las limitaciones, el paso del tiempo y sus efectos... Nos convertiremos en seres más "humanos". Disfrutemos de esa consciencia que nos hace LIBRES, felices, exitosos.

 

Desde este conocimiento existencial, y con la formación técnica necesaria, podemos irradiar lo que es inherente al SER, al alma, aquello que no es visible y es esencial. Desde ahí crearemos ese entorno propicio para el desarrollo personal dentro del grupo, del coro, de la orquesta o la banda. Asumiremos una nueva forma de "autoridad" y responsabilidad profesional. Añadiremos ese plus a nuestras interpretaciones desde esa capacidad de transmitir las emociones. Tendremos un equipo de músicos trabajando en sintonía con ese propósito. Eso se convertirá en un “estado” dentro y fuera del podio, dentro y fuera de la orquesta. Y trascenderemos a nuestros auditorios dejando oír nuestra historia emocional de las obras. Eso es sincero. Eso es auténtico. Eso llega. Eso inspira a los demás.

 

Agradezco la oportunidad de poder expresarme LIBRE en este libro, disruptivo también, dentro de un marco profesional, como algo absolutamente natural, como algo esencial e imprescindible para desarrollar nuestra labor creativa, re-creadora y artística. El poeta latino Horacio escribió en una de sus cartas: Dimidium facti, qui coepit, habet: sapere aude, incipe – “Tiene medio camino hecho quien ha empezado: atrévete a pensar, empieza”. Así me siento desde hace algún tiempo. "Lo no visible es la respuesta a lo visible”. Y, humildemente pero con seguridad, me atrevo a decir que podemos contribuir a crear un mundo un poquito mejor.

 

A mi padre, Cesáreo de la Cruz Gómez, escritor.

Siempre guiándome para ser “LIBRE”.

Papá, Gracias.

 

MONTSERRAT DE LA CRUZ

(Co-Autora del citado libro y Autora del presente capítulo)

 

(Todos los Derechos Reservados.

Prohibida su reproducción total o parcial sin expreso permiso del autor y la editorial)

LA MAGIA DE

LA DIRECCIÓN DE ORQUESTA

Por Montserrat de la Cruz. 

Co-autora.  

Directora de Orquesta y Coro.

Fundadora y Directora de Coralia Artis - Acción Solidaria.

Best Seller en Amazon.com

 

¿Por qué, hasta ahora y todavía en muchos casos, los Maestros no hablan de la experiencia

emocional de dirigir y sí se refieren a lo racional, lo intelectual, como si de esa manera todo

fuera más importante, más relevante y elevado, siendo una obviedad que es todo lo

contrario?

No es simple adentrarnos en esta cuestión, pero me referiré a tres razones fundamentales:

1.- Desconocimiento de muchos de los descubrimientos que la neurociencia pone a nuestro alcance para una mejor transmisión y conexión emocional con los músicos y el público.

2.- Desconexión con ellos mismos precisamente por ese desconocimiento de la existencia de un estado del SER.

3.- Falta de “duende”, intuición, instinto, de “dejarse SER”... precisamente como resultado del punto anterior.

1.- El cerebro es un órgano. Es un laboratorio bioquímico que transforma las sensaciones y percepciones en emociones, sentimientos y conductas generando neurotransmisores que son enviados como impulsos al sistema neuronal que controla todo el organismo. La mente es un concepto abstracto que se utiliza para señalar el asiento del conocimiento en los registros de la conciencia. El pensamiento es el hilo conductor de la conciencia, y su foco de atención determina el que una conducta sea voluntaria o automática, según esté o no presente esa atención. De ahí la necesidad de hacernos con el control de la mente y sus pensamientos. 

 

La Neurociencia nos ha proporcionado interesantísimos conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro, conocimientos que aplicamos como Directores de Orquesta, y que nos sirven para todos los ámbitos de la vida también. Sabemos que la comunicación entre director y orquesta se produce en un punto mucho más allá de la simple visualización de los movimientos de la batuta. En la transmisión de las emociones es donde se encuentra “La Magia”. Esa transmisión de emociones entre los seres humanos se produce en un nivel metaconsciente. Todos tenemos la experiencia de contagiar y ser contagiados por las emociones, sentimientos, estados anímicos, propios y ajenos. Trasladar esto a la Dirección Orquestal significa ir “mas allá de lo evidente...” Y para ello no es necesario centrarse exclusivamente en marcar compases, ni en dar entradas, ni en mirar con autoridad... Se necesita salir de esos usos superados. Se necesita SER CONSCIENTE DE UNO MISMO. Se necesita SER UNO MISMO. Ese es el camino para ser conscientes de los demás, como individuos y como colectividad. De todo ello ya hemos hablado ampliamente en otros libros anteriores, como en nuestro Best Seller “La Técnica Disruptiva de la Dirección Orquestal: más allá de lo evidente...”. Saber contagiar emociones a través del conocimiento sobre cómo funcionan las Neuronas Espejo; o sobre cómo dirigir nuestro mensaje hacia el Cerebro Límbico (o visceral) de los músicos, por ejemplo, son algunos de los descubrimientos científicos que incorporamos a nuestra Técnica Neurodirectorial.

Permítanme un breve recuerdo: el término sistema límbico, o cerebro límbico, conocido también como el sistema de la emoción, tiene gran influencia en la conducta, por ello se le llama también cerebro emocional, visceral o químico, porque regula muchos estados internos diferentes. Este cerebro corresponde a los mamíferos. Señala la parte del cerebro más directamente involucrada en la mediación de las emociones. El término se originó a partir de la hipótesis propuesta por Paul Maclean en 1952, quien argumentó que existe un conjunto de estructuras neuronales, funcionando como sistema, que es de importancia central para la emoción. El sistema límbico conecta al cerebro reptiliano con el cerebro humano, trabaja como un bloque con el cerebro reptiliano – debido a que comparten estructuras cerebrales, y a la vez posee estructuras que lo unen al Neocórtex. 

 

Para los directores encerrados en las creencias del siglo pasado, la exposición de estos hallazgos sobre neurociencia, hablar de neuronas, de hormonas y de neurotransmisores y, más aún, que seamos muchos los que seguimos con absoluto convencimiento y naturalidad esta línea científica aplicada a la Música, les resulta algo cercano a la demencia, algo snob, cosa de “iluminados”: ¿cómo vamos a crear un ambiente distendido y colaborador por parte del director o directora hablando de neuronas?; ¿cómo crearemos un espacio seguro y creativo para el intérprete orquestal apelando a las hormonas (cuando “simplemente hay que obedecer a la figura del director”)?; ¿cómo vamos a mejorar una interpretación poniendo en práctica los conocimientos y avances sobre Neurociencia? Y, ¿para qué? 

 

Para muchos de esos músicos con creencias arcaicas, el director (o ¡¡¡¿directora?!!!) debe hacer “su trabajo”: poner orden en esa “fabrica” de hacer Música que es la Orquesta. Y conozco muchos instrumentistas anclados en las viejas creencias que no quieren ni oír hablar de nada de todo esto: “Usted deme bien la entrada y marque en condiciones, que yo le entienda, y déjese de iluminaciones...”. ¡Anatema!

2.- Pero vamos a ir aún más allá...

Desde que hace ya varios siglos, desde que el pensamiento racional europeo se impuso con “La Ilustración”, alrededor del siglo XVIII -el llamado “Siglo de Las Luces”-, para liberar a los hombres (y digo hombres) del oscurantismo y las creencias, -sin entrar en debate sobre Racionalismo o Empirismo y corrientes posteriores-, pareciere que el proceso intelectual y la experimentación, para su posterior argumentación y demostración, han sido un proceder común entre la intelectualidad, sobre todo del mundo occidental. Las creencias de las que hablamos, ese conjunto de pensamientos que se erigen en verdades y realidades inamovibles para nuestra manipuladora mente, nos van dominando hasta hacernos creer que esos pensamientos son “la realidad”, y es de esta manera, en definitiva, cómo nuestra mente nos domina con un constante bombardeo de datos y conceptos circulando por sus rutinarios circuitos, con esas programaciones fáciles y vehementes que llegan a anular nuestro verdadero SER.

Precisamente, por todo ello, es cierto que también en las Artes se intenta cubrir todo con un manto de racionalidad y análisis que deja poco de “Verdad” en la creación, ni en el proceso creativo; deja poco de autenticidad del SER creador, del hecho natural de la creación y del uso a favor o la ruptura de las normas constructivistas. Los propios analistas hemos entrado en campos rígidos de investigación y análisis para buscar explicaciones técnicas y empíricas sobre tal o cual obra, tal o cual procedimiento compositivo, tal o cual cambio de nota en el compás “10.027”... Hemos recurrido a la fascinante y necesaria labor de los Musicólogos para que nos investigasen el estado anímico y la situación social o

familiar del compositor para así intentar dar un explicación intelectual, argumentada y demostrable sobre el porqué de este o aquel pasaje... ¡¡¡Por favor!!! En mi caso ya he comprendido, por experiencia profesional y vital, que hay cosas que no podemos explicar, que no es necesario explicar y ¿para qué explicarlas?; vayamos a la esencia, a la conexión con nosotros mismos, y dejemos que la Música nos invada y hable por sí misma. 

 

Obviamente, y no es necesario abundar en ello, todo conocimiento técnico, científico e intelectual nos complementa de una manera indiscutible, pero permitámonos SER y SENTIR. No dejemos que el corsé mental impuesto asfixie nuestro SER y su creatividad. Perdamos el miedo a SER LIBRES y dejemos que hable nuestra esencia. Todo lo sincero, verdadero y auténtico se va a transmitir de manera natural a los demás y es ahí, precisamente, donde se complementan nuestra esencia con los conocimientos neurocientíficos y los conocimientos técnicos. Y, así, se obra LA MAGIA. Y todos nosotros la hemos experimentado. Como Directores, Instrumentistas o Público, como parte de un colectivo donde, sin saber cómo, algo “sucede” que nos conecta... TODOS CONOCEMOS ESTA EXPERIENCIA.

Y, desgraciadamente, muchos la acallan porque no pueden darle una explicación racional, por pudor, por desconocimiento..., por lo que sea, pero lo saben "sin saber"...

No podemos negar que muchos directores con las antiguas creencias consiguieron, por momentos, hacer Magia, -¡tal era su talento!-, a pesar de no tener ninguna información sobre el proceso emocional que sucedía, ni, posiblemente, hubieran querido oír hablar de estos temas. De manera instintiva e intuitiva hacían Magia, a pesar de los batutazos, a pesar de la falta de comunicación y del autoritarismo, en muchas ocasiones, con sus músicos. Pero esos grandes directores de la antigua escuela, de la técnica clásica, estaban conectados con su AUTÉNTICO SER, con su YO, y con el AQUÍ Y AHORA. No hay otra explicación. No tuvieron miedo de hacer las cosas A SU MANERA, de ser auténticamente ellos mismos, en su época y en sus momentos existenciales, en sus propios AQUÍ Y AHORA. Y ese es el gran secreto de su Magia.

3.- Ahora bien: también conocemos a directores y directoras que, demostradamente, carecen de esta autenticidad y sin embargo están arriba, en lo más alto “del mercado”, muchas veces por encima de otras muchas personalidades y profesionalidades que ofrecen con autenticidad, sin pudor, todo su talento, su alma, su devoción, su emoción, instinto e intuición. ¿Por qué ocurre esto? INTELECTUALIDAD.

Si envuelven su “producto” con una capa de intelectualidad, racionalidad, exposición amplia y detallada del “coleccionismo de datos” que difumina la falta de esas otras cualidades emocionales o de su escasa presencia, pueden hacer algo cercano al “ilusionismo” y presentarlo al resto de mentes que, precisamente, reciben lo que esperan: nada que se salga de “sus” creencias. Pero no es Magia.

Además, le dan un toque de moda y esnobismo que atiende a otro tipo de “talentos”, com la promoción y venta de su propio producto, conocimientos muy necesarios, por cierto, pero no los que se necesitan en el AQUÍ Y AHORA de la Magia de la re-creación musical y la dirección orquestal.

¿Están equivocados? NO. Están en otro nivel de consciencia, y deben tener su espacio, pues todos necesitamos nuestro tiempo, nuestro lugar y nuestro ritmo de evolución; pero se percibe que todavía están gobernados por la tiranía de sus mentes. Para la mayoría de los componentes de ese colectivo de mente rígida, todo lo que se salga de sus creencias será rechazado.

La flexibilidad mental, de la que tanto hablan ahora neurólogos, psiquiatras e

elevará nuestra consciencia, nuestra capacidad de experimentar, y nos ayudará a ser más creativos y felices. Salir de los tiránicos circuitos mentales, incluso acallar nuestra mente, dará más plasticidad a nuestro cerebro y recorreremos otros caminos investigadores en general, de experimentación, y obtendremos resultados distintos, conocimientos que debemos aceptar sin miedo para que nos conduzcan a nuestro verdadero SER.

Pensemos en la cantidad de fármacos que se recetan en todo el mundo, en esta sociedad desconectada de su esencia, para “acallar” la mente que nos oprime....

Reflexionemos, también, sobre este dato: se calculan más de 180.000.000 de fallecidos, que han perdido LA VIDA en los conflictos y guerras durante el siglo XX. Las mentes enfermas crean pensamientos y creencias que hacen que aniquilemos lo que no está de acuerdo con las nuestras. Y NO SOMOS NOSOTROS, son nuestras mentes adiestradas desde niños por el sistema de creencias de la familia, el barrio, la parroquia, el colegio, la política del país, las que reaccionan en desconexión con nuestro auténtico SER. No nos identifiquemos con nuestros pensamientos: pongámoslos en cuarentena y descubramos quiénes somos.

Reconozcamos por supuesto, como se ha dicho, la necesidad de formación intelectual y técnica, de eso no hay duda, pero igualmente, reconozcamos que no conectamos con la información celular ancestral que la naturaleza no ha eliminado de nuestro código genético en todos estos millones de años de evolución. Gastamos tiempo y esfuerzo en memorizar, racionalizar e incluso dejar nuestro ego que deslumbre, con una retahíla de conocimientos técnicos coleccionados “ad hoc” y que ahora podemos consultar en cualquier momento en

nuestro teléfono móvil. La consulta inmediata de datos se hace fácil y accesible para casi todos en un mundo occidental, e incluso bastante más accesible para lugares remotos donde, desgraciadamente, un libro es un objeto de lujo que no sirve para casi “nada”. Atendemos a la creencia de que debemos ser coleccionistas de datos, que nos serán más o menos útiles, pero descuidamos totalmente esta esencial información de nuestro SER que, como digo, la Naturaleza nos conserva: intuición, instinto y emoción.

En esta nueva era, el despertar está en SER y ESTAR, AQUÍ Y AHORA. Como queda dicho, cada uno de nosotros se encuentra en un momento de evolución personal y espiritual; pero es indudable la corriente de autoconocimiento en la que el mundo está inmerso, como una necesidad “intuitiva” de conexión con nuestro SER: las personas intuyen o saben que la respuesta está en SER nosotros mismos, en no tener miedo a SER quienes realmente somos y conseguir así SER LIBRES, despojados del miedo y conectados con los demás. Y eso es lo que vemos en un director o directora de orquesta cuando nos hace “temblar”, vemos un SER LIBRE, despojado de su mente, de sus pensamientos, de sus creencias, permitiéndose SER sin miedo y sin pudor, en el AQUÍ Y AHORA, infinito y eterno, sin principio ni fin. Sentimos entonces que todo es perfecto, que todo encaja, que todo vibra serenamente, y nos damos cuenta de que lo único que nos impide VIVIR es el sometimiento a nuestra mente que nos han inculcado junto con una fuerte programación de creencias, asfixiantes en muchos casos. Nosotros no somos nuestra mente, no somos nuestros pensamientos, esos que nos generan sentimientos de los que muchas veces no nos sentimos orgullosos; no somos nuestra mente, esa que genera pensamientos que nos producen reacciones físicas e incluso enfermedades, por faltarnos a nosotros mismos y a nuestra esencia: el cuerpo grita para que escuchemos nuestra voz interior a través del soma.

Cuando un director o directora de orquesta conecta con su esencia se reconoce y reconoce al “otro”. Ese es el camino de la conexión con los demás. Y es ahí donde, insisto, la Técnica Clásica va dirigida al pensamiento, al sistema de creencias de lo que “debe ser”. Sin embargo, la Técnica Moderna del siglo XXI, nuestra Técnica Neurodirectorial, se dirige a la conexión del director o directora consigo mismo para poder después conectarse con los demás y aplicar así, con consciencia, los descubrimientos neurocientíficos y convertirse en un SER LIBRE. Tengo la experiencia de contestar a mis músicos, ante la petición de directrices concretas sobre algún pasaje, con un “no sé cómo lo voy a hacer...” Es dejar, es permitir que el efecto mismo de la Música ocurra y vaya ejerciendo su influencia sobre nosotros como directores, y ser capaces de extenderlo, dejarlo fluir, entre los músicos, entre el público y hasta por el mismo aire que respiramos. Dejar fluir y permitirnos, todos, SER y SENTIR en el AQUÍ Y AHORA.

Atrévanse a ser libres todos ustedes, cada uno en su campo, pierdan el miedo a escuchar su voz interior, su esencia, y permítanse SER. Sigan su intuición y verán grandes cambios.

Estamos en una nueva etapa de la humanidad, en una nueva era. Nunca antes se habían producido cambios tan rápidamente, que nos afectan a todos en esta “aldea global”. Tenemos información instantánea que ha permitido conectar individuos alejados en distancia pero cercanos en planteamientos; somos más colectivos que nunca pero, precisamente ahora, no podemos olvidar la singularidad de cada uno y la esencia ÚNICA de nuestro SER individual. Deberíamos reflexionar si es tan importante darle al intelecto tanto protagonismo, en este sentido, sacrificando la emoción, el instinto y la intuición que la Naturaleza nos conserva. Y será por algo, pues la Naturaleza es muy práctica. Se me ocurre aquí, llegados a este punto, que debemos hacer una profunda reflexión sobre nuestros sistemas educativos, que deforman y oprimen el natural SER de cada uno de nuestros niños y niñas, ellos que llevarán adelante estas transformaciones esenciales, tanto para el desarrollo del SER individual, como dentro de una nueva colectividad y con la sostenibilidad del Planeta presente en todo ello. Somos parte del TODO. No podemos vivir negando este hecho. Si damos a esos niños y niñas que nos siguen las herramientas y el conocimiento necesarios, si les formamos en pensamiento crítico para que puedan desligarse de “la masa”, podrán, entonces, extender su Luz y brillar en su SER, convertirse en Faros e iluminar a otros, tal como estamos intentando hacer nosotros desde estos libros divulgativos.

No podemos negar, entonces, que el Maestro (hermosa palabra que describe la figura que guía muchos aspectos de nuestras vidas), por todo lo expuesto, debería recobrar toda su presencia, su figura reivindicada y ajustada al contenido semántico emocional que conlleva su nombre, para reivindicar que el Maestro es, además de conocedor de su materia, el Guía de Vida de sus pupilos. El escritor Cesáreo de la Cruz Gómez, mi padre, que dedicó una gran parte de su obra al conocimiento de la mente, y que era hijo de Maestro, dijo: “ Enseñar es profesión de héroes”.

En conclusión, y como directores y directoras de orquesta, nos encontramos con colegas, no siempre Maestros, que no nos trasmiten, no nos hacen SENTIR, no nos llevan a conectar con nuestro SER, y que, en definitiva, no hacen “MAGIA”. Lo más probable es que no hayan conectado consigo mismos. Esa sería la respuesta: podría ser que dieran más importancia a lo intelectual que a lo emocional porque no saben cómo conectar consigo mismos, y se encuentren en un momento evolutivo espiritual de consciencia diferente al nuestro. Y me atrevo a sostener que estas tres razones expuestas, cada una consecuencia de las otras, es lo que hace que el intelecto se imponga a la emoción en muchos de nuestros colegas.

Necesitamos CONFIAR. La Naturaleza es perfecta. Y todo es perfecto en la Naturaleza. Nuestra mente nos manipula, nos abduce. Si tenemos una ESENCIA, un SER ÚNICO que la Naturaleza nos ha conservado, debemos ser humildes y, sencillamente, escuchar esa nuestra particular esencia, nuestro instinto, intuición y emociones. Salgamos de esa rutina mental de pensamientos recurrentes que no somos nosotros mismos; acallemos nuestra mente y sintamos la alegría de VIVIR, del AQUÍ Y AHORA, la “Magia de la Vida”. Dejemos el pre-juicio y la culpa... Lograremos, así, SER, y “La Magia en la Dirección Orquestal” surgirá naturalmente,

y se convertirá en Magia también en el resto de los ámbitos de nuestra existencia INTEGRAL. Y seremos Faro para otros que caminan en su propia búsqueda, como nosotros mismos.

Libérense. Atrévanse... Sencillamente: VIVAN.

MONTSERRAT DE LA CRUZ.

(Co-Autora del citado libro y Autora del presente capítulo)

(Todos los Derechos Reservados.

Prohibida su reproducción total o parcial sin expreso permiso del autor y la editorial)

MENTE MAESTRA

Por Montserrat de la Cruz. 

Co-autora.  

Directora de Orquesta y Coro.

Fundadora y Directora de Coralia Artis - Acción Solidaria.

Best Seller en Amazon.com

...

ERES LO QUE HACES

 

“Por sus obras los conoceréis”

 

No eres la imagen que tienes de ti mismo. Eres lo que creas.

Mira a tu alrededor y mira qué has construido. Eso eres...

 

Pon atención a tu esencia.

 

Observa qué es aquello con lo que realmente te identificas…

Eso eres tú. Y eso es lo que los demás ven de ti.

 

Eres lo que creas.

...

 

MONTSERRAT DE LA CRUZ.

(Co-Autora del citado libro y Autora del presente capítulo)

(Todos los Derechos Reservados.

Prohibida su reproducción total o parcial sin expreso permiso del autor y la editorial)

EL ARTE EN LA INFANCIA.

Revista Digital Thinking Parents Magazine nº1

Revista online Thinking Parents Magazine que se edita desde Los Ángeles, California. https://www.thinkingparentsmagazine.com/registro

Por Montserrat de la Cruz. 

Directora de Orquesta y Coro.

Fundadora y Directora de Coralia Artis - Acción Solidaria.

 

         La trascendencia del desarrollo de las capacidades artísticas en las primeras etapas de la vida. La manifestación artística es el más sofisticado y elaborado medio de comunicación del ser humano.

         El conocimiento y desarrollo de la expresión estética de sentimientos y conocimientos, en cualquiera de sus disciplinas, ya sea pintura, escultura, arquitectura, poesía, teatro, música..., estimula el aprendizaje de otras materias. Su práctica influye directamente también en el desarrollo de la percepción, la motricidad fina o la interacción social, y potencia el pensamiento creativo, reflexivo y crítico. La actividad artística es una herramienta de aprendizaje que estimula la capacidad de crear e innovar.

        El Arte, el desarrollo de las capacidades artísticas, coloca a nuestros niños y niñas en el camino del descubrimiento y evolución del pensamiento humano, de sus progresos técnicos, y les proporciona una visión y perspectiva de la Historia, de la Estética; les abre al mundo físico, personal y colectivo, a la Geografía, a los diferentes pueblos y culturas y a las diferentes corrientes filosóficas. Todo ello despierta en sus mentes la curiosidad, es determinante para el estímulo y desarrollo de los sentidos y para relacionar datos, sentimientos y sensaciones. Les lleva a una mejor comunicación, a una mayor elaboración del pensamiento y a una sana expresión de sus inquietudes, emociones, miedos, ansiedades..., personas asertivas, sin prejuicios: personas más libres.

 

       Si no mostramos los campos del Arte, si no les guiamos a través del mundo de la creatividad, de la estética y de la imaginación, si no involucramos a nuestros niños y niñas en las manifestaciones artísticas que desarrollan conceptos abstractos, les estamos privando de una parte importantísima, esencial diría yo, para su desarrollo intelectual y emocional. La indispensable inclusión del conocimiento y práctica de las actividades artísticas influye directamente en el proceso de aprendizaje del resto de materias, aparte de la función que cumple, como ya se ha dicho, en la formación de los individuos como personas.

 

       Además, si los adultos no somos ahora conscientes de incluir esta parte artística de la formación en la infancia, si no nos ponemos manos a la obra para desarrollar más y mejores planes de estudios que contengan esta formación, si no cambiamos el paradigma obsoleto y cerrado del “aula del siglo XIX” -que aún continua vigente en la mayoría de las escuelas-, tendremos una parte importante de responsabilidad al estar condenando a nuestras próximas generaciones a la mayor de las pérdidas: la pérdida de su “humanidad”, a la pobreza más absoluta.

Destaquemos varios aspectos:

    •  Elaboración del Lenguaje, por tanto del Pensamiento. • Ordenamiento mental.
    •  Criterio y argumentación.
    •  Capacidad de Abstracción.

    •  Análisis, entendimiento y comprensión de las situaciones y las informaciones.

    •  Sentido crítico, con uno mismo y con el entorno.
    •  Sensibilidad y empatía, extrapoladas a todos los campos de la vida.

    •  Perspectiva, adaptación y aceptación.
    •  Conciencia de Individuo y del colectivo.

  • Sentido de “pertenencia” y conocimiento de los diferentes roles que

  • cumple en sus diferentes colectivos.

  • Desarrollo de la capacidad del trabajo en equipo.

  • Visión universal y atemporal del ser humano.

  • Asertividad.

  • Creatividad e imaginación.

 

         Todas estas cualidades son indispensables para el desarrollo de la persona y, además, ya sea en el campo humanístico o en el ámbito científico, la creatividad y la imaginación son absolutamente imprescindible para sobrevivir.

 

         Y, desde mi punto de vista, lo más importante: ayudaremos a nuestros niños y niñas a convertirse en MEJORES PERSONAS, personas más felices, más sanas física y mentalmente, y tendremos una oportunidad más cercana de poder cambiar el mundo.

Lo que imaginas puede hacerse realidad.

Artículos.

  • Revista Digital "Ganas de Viajar". Director José María Íñigo.

http://www.ganasdeviajar.com/cinco-semanas-de-peregrinaje-por-colombia-montserrat-de-la-cruz/

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